
La Academia Pontificia de Ciencias  Sociales ha estudiado en su reciente sesión plenaria concluida el 3 de mayo la  cuestión de la libertad religiosa, las amenazas que pesan sobre ella en el mundo  actual y los modos de defenderla. 
La profesora estadounidense Mary Ann  Glendon, presidenta de la Academia y profesora de la Universidad de Harvard,  resumió al final de los trabajos las principales ideas expuestas. 
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|   Las  investigaciones de las ciencias sociales no avalan la idea de que la religión  sea un factor de conflicto social  | |||
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En su intervención final, Mary Ann Glendon identificó cuatro tipos de  amenazas a la libertad religiosa. “El primero es la amenaza típica de la  coerción del Estado y la persecución de los creyentes. La segunda serían las  restricciones estatales a la libertad religiosa de las minorías. La tercera, las  presiones sociales sobre las minorías religiosas, que pueden estar sancionados o  no por el Estado, pero que en cualquier caso restringen las libertades de esas  minorías. Y la cuarta sería el crecimiento del fundamentalismo secular en los  países de Occidente que consideran a los creyentes como una amenaza a la  política secular y democrática”.
La religión no es fuente de  conflicto
Sobre el estado de la libertad religiosa en el  mundo, Glendon citó los resultados del estudio  más extenso y reciente sobre el tema, realizado por el Pew Forum on Religion and  Public Life. Según este estudio, cerca del 70% de la población mundial vive en  países que imponen “fuertes restricciones” a la libertad religiosa, que en gran  parte recaen sobre las minorías.
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|   El hecho  de que no haya un único modelo para todos los países no implica negar que la  libertad religiosa sea un derecho universal  | |||
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“En países que imponen restricciones ‘entre bajas  y moderadas’ a la libertad religiosa, figuras influyentes de los medios de  comunicación, de la vida académica y de la vida pública a menudo presentan la  religión como una fuente de división social, y tratan la libertad religiosa como  un derecho de segunda clase que puede ser postergado por otras reclamaciones e  intereses”.
Otro tipo de presiones intentan confinar a la  religión en la vida privada, lo cual puede conducir a considerar el laicismo  como una “religión” oficial de hecho. Glendon citó aquí el punto de vista del  senador Marcello Pera, para quien las democracias liberales están “inmersas en  lo que podríamos llamar la paradoja del secularismo: cuanto más nuestra  razón secular, post-metafísica y post-religiosa trata de ser inclusiva, más  intolerante se hace”.
Frente a la creencia de que la religión es un  factor de división social, por lo que debe ser controlada para favorecer la paz,  la profesora Glendon advirtió que las ciencias sociales no avalan tal idea. Un  creciente volumen de investigaciones demuestran que “la influencia política de  la religión es de hecho bastante diversa, a veces contribuye al conflicto, pero  a menudo promueve la democracia, la reconciliación y la paz”. Algunos estudios  –dijo– “indican que la violencia tiende a ser mayor en sociedades donde se  suprime la práctica religiosa, mientras que la promoción de esta libertad  realmente favorece la causa de la paz al reducir los conflictos  interreligiosos”.
Las investigaciones en ciencias sociales sugieren  también que hay una correlación positiva entre el respeto a la libertad  religiosa y la libertad política, el progreso de la mujer, la libertad de  prensa, la alfabetización y la libertad económica.
Distintos modos de respetar la libertad  religiosa
Después Glendon hizo notar que el tradicional  sesgo antirreligioso de las elites está siendo cuestionado. Muchos pensadores  han creído que una sociedad libre puede ir adelante sin religión, y que cuanto  más se confine la religión en la vida privada, más libre será la sociedad. Sin  embargo, “la creencia en la capacidad de la democracia para generar las virtudes  cívicas necesarias en sus ciudadanos fue sacudida por las catástrofes del pasado  siglo XX”. De hecho, una de las conclusiones del trabajo de la Academia es que  “la democracia depende de la cultura ética, que a su vez depende de las  instituciones de la sociedad civil, que son semilleros de virtudes cívicas”.
La libertad religiosa debe ser siempre respetada,  pero Glendon advirtió que no hay un único modelo que sirva para todos los  países, pues cada sistema es consecuencia de su historia y de sus  circunstancias. La mayoría de los sistema europeos están influidos por la  confrontación entre el laicismo de la Ilustración y el catolicismo. En los  Estados Unidos el sistema fue diseñado para proteger a las iglesias protestantes  del dominio del Estado, y para promover la coexistencia pacífica entre las  iglesias protestantes. En Latinoamérica, en ausencia de guerras religiosas, ha  habido una acomodación entre el Estado y la Iglesia Católica, y un avance  gradual del pluralismo religioso. A su vez, la situación en muchos sitios de  África y Asia no puede entenderse sin hacer referencia al colonialismo.
El hecho de que no haya un único modelo para todos  los países no implica negar que la libertad religiosa sea un derecho universal.  Más bien, dijo Glendon, “hay que reconocer que debe haber espacio para un grado  de pluralismo que permita que la libertad religiosa y otros derechos humanos  fundamentales sean respetados bajo diversas circunstancias culturales”.
Este fue el enfoque adoptado por el  Concilio Vaticano II que afirmó en la Dignitatis Humanae que hay varios caminos  válidos para reconocer tal derecho. Un enfoque pluralista es seguido también por  el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha establecido que hay que aceptar  un razonable “margen de apreciación” de cada país en la protección de este  derecho en función de las necesidades y circunstancias de su población. Así lo  ha reconocido en la reciente sentencia sobre el crucifijo en las aulas  italianas.
Los dilemas del  pluralismo
Una dificultad de este enfoque,  reconoció Glendon, es determinar dónde termina el pluralismo y dónde comienza el  puro relativismo cultural. Los participantes en la reunión se plantearon cuáles  deberían ser los límites de la tolerancia y de la acomodación, qué papel han de  tener en el discurso público los puntos de vista éticos basados en la religión,  de qué modelos disponemos para determinar el alcance y los límites de la  libertad para practicar la propia religión.
Uno de los principales modos en que hoy  se viola la libertad religiosa es confinándola estrechamente en la esfera  privada. Pero abolir la religión en la esfera pública no resuelve los  conflictos, sino que simplemente los oculta.
El mensaje  que Benedicto XVI dirigió a la Academia con motivo de este sesión plenaria,  afirma la postura del Vaticano: “La Santa Sede continúa pidiendo el  reconocimiento del derecho humano fundamental a la libertad religiosa por parte  de todos los Estados. Y les pide que respeten, y si es necesario protejan, a las  minorías religiosas que, aunque unidas por una fe diferente a la mayoría que les  rodea, aspira a vivir pacíficamente con sus conciudadanos y a participar  plenamente en la vida política y civil de la nación, en beneficio de  todos”.
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