- Primero vivamos nosotros mismos una relación profunda con Dios: si damos importancia a Dios, Dios será importante para nuestros hijos.
- Procuremos no vivir solos la fe: unirnos a un grupo, a una comunidad en la quealimentarnos y vivir.
- La familia que reza unida...:los padres deben rezar juntos, y también con los hijos, todos los días.
- Sólo el amor es digno de fe: quiéreles como el Señor los quiere, y ellos darán crédito a tus palabras, y a la Suya.
- No reducir la fe a una moral: el Niño Jesús también nos quiere cuando somos malos: éste puede ser el primer encuentro de un niño con la misericordia de Dios.
- Apaga la tele, y ojo con Internet: la mayor parte de sus contenidos son una contracatequesis. Cuando no lo son, quitan tiempo para hablar y estar juntos. Y lo que no es bueno para un niño, tampoco lo es para un adulto: somos lo que vemos, y eso es lo que al final transmitiremos.
- Vivir la vida y explicarla desde una perspectiva sobrenatural: debemos confiar en Dios ante la falta de trabajo, darle gracias por lo que tenemos, rezar por quienes no tienen nada o están enfermos...
- Hay que recuperar las devociones diarias: vivir la fe es más que ir a misa; hay quebendecir la mesa, ir a saludar a la Virgen después de la Eucaristía, rezar por la mañana, por las noches, cuando se inicia un viaje, montar el belén y rezar delante de él, ir a la Misa del gallo...
- Recupera el Rosario y rézalo con tus hijos: no hay mejor atajo que María para llevarnos a Dios.
- Tus hijos son más de Dios que tuyos: recuerda la responsabilidad que Dios te ha dado al confiarte su custodia en esta vida. Tu primera tarea como padre: intentar llevarles al cielo.
- No desesperes: si las cosas no salen como esperas, recuerda que, si tú los quieres mucho, Dios los quiere todavía más; no pueden estar en mejores manos, y Él maneja los tiempos.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega
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"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
"La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte." (Juan Pablo II

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