Hace pocos meses, Donnie Lama, un seglar católico, fue expulsado de Arabia Saudí, tras pasar 18 meses en la cárcel. Donnie había sido detenido por la policía por llevar una fotografía de una celebración clandestina de la Palabra de Dios. Le acusaron de ser sacerdote. Fue interrogado y torturado, y querían obligarle a firmar una declaración reconociendo su culpabilidad en un asesinato, que, por supuesto, no había cometido. «Me salvó mi fe y la de las personas que rezaron por mí», dice Lama. Y es que Arabia Saudí, que tiene una población flotante de más de seis millones de personas -la mayoría de ellas de creencia cristiana-, no permite a los no musulmanes construir lugares de culto ni celebrar actos litúrgicos, ni en público ni en privado. No se pueden realizar actividades misionales, y un árabe musulmán que se convierte al catolicismo sabe que ese acto está señalado con la pena capital.
Desgraciadamente, es raro el día en el que no aparecen en los periódicos noticias de persecuciones de cristianos por parte de fundamentalistas musulmanes. Si no es en la India, es en Pakistán; o en Argelia. Recientemente, los cristianos han sido expulsados de Molucas, perseguidos en Egipto o abrasados en Timor. En todos aquellos países en donde los musulmanes son mayoría, aplastan inmisericordemente a las minorías cristianas. Y es que el Islam no sólo es una religión. Es mucho más. Quien se convierte al Islam, realiza no sólo un gesto religioso, sino también una elección política, social, cultural y jurídica. El fin último del Islam es una sociedad basada íntegramente sobre determinadas visiones políticas. Por eso, no hay espacio para otras creencias. No se concibe el derecho de profesar otra fe que no sea el Islam.
Y digo toda esta parrafada para comentar las declaraciones que realizó hace pocas semanas el cardenal Biffi, arzobispo de Bolonia, solicitando que se prime en Italia la inmigración cristiana, con el fin de mantener la cohesión social. No es tema baladí.
La envejecida Europa necesita en los próximos años de muchos millones de personas que puedan garantizar la productividad de las empresas. Y surgen muchas preguntas delicadas: ¿Qué pasaría si España o Europa fuera algún día de mayoría musulmana? ¿Tendríamos, los cristianos, los mismos derechos religiosos que disfrutan en la actualidad, y en nuestro entorno, los seguidores de Alá, o, por el contrario, nos veríamos relegados al «infierno» que soportan «nuestros hermanos en la fe» en los países de mayoría musulmana? ¿Deberíamos primar la inmigración cristiana que viene del Tercer Mundo, o, por el contrario, no hacer distingos de religión? O acaso, ¿no será también una oportunidad para dar a conocer a Jesucristo a los musulmanes? Todas estas preguntas tienen difícil respuesta, pero hay que comenzar a formularlas. No son escenarios virtuales o historias de cienciaficción. La Historia pasada, y el presente, nos facilitan muchos datos para contestar. Hay que agradecer al cardenal Biffi que haya agitado la caja de Pandora para que reflexionemos un poco a la luz del Evangelio. El debate está servido. ¿Quién coge el guante?
Alex ROSALLa Razón, 7-II-2001
Lea la siguiente y muy interesante intervención de Mons. Giuseppe Germano BERNARDINI, O.F.M. Cap., Arzobispo de Izmir, en el Sínodo de Obispos, el día 13 de octubre de 1999:
Desde hace cuarenta y dos años vivo en Turquía, país musulmán en un 99.9%. Soy Arzobispo de Izmir, Asia Menor desde hace dieciséis años. El argumento de mi intervención es, por lo tanto, descontado. Agradezco a Monseñor Pelâtre y a quien ya habló sobre el tema en esta prestigiosa reunión, dispensándome así de largos exámenes y de las relativas interpretaciones.
Mi intervención tiene por objetivo, principalmente, dirigir al Santo Padre un humilde pedido. Para ser breve y claro, antes relataré tres casos que considero que realmente han ocurrido, dada su procedencia.
1. Durante un encuentro oficial sobre el diálogo islámico-cristiano, un reconocido personaje musulmán, dirigiéndose a los participantes cristianos, dijo en un cierto momento con calma y seguridad: Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos; gracias a vuestras leyes religiosas os dominaremos"
Este relato debe creerse ya que el "dominio" ya ha comenzado con los petrodólares utilizados, no para crear trabajo en los países pobres del Norte de África o del Medio Oriente, sino para construir mezquitas y centros culturales en los países cristianos de inmigración islámica, incluida Roma, centro de la cristiandad. ¿Cómo no ver en todo esto un claro programa de expansión y reconquista?
2. Durante otro encuentro islámico-cristiano, organizado como siempre por los cristianos, un participante cristiano preguntó públicamente a los musulmanes presentes, porqué no organizaban también ellos encuentros similares a éste. El infaltable personaje musulmán autorizado que estaba presente respondió de manera textual: "¿porqué deberíamos hacerlo? Vosotros no tenéis nada que enseñarnos y nosotros no tenemos nada que aprender".
¿Un diálogo entre sordos? Es un hecho que términos como "diálogo", "justicia", "reciprocidad" o conceptos tales como "derechos del hombre" y "democracia", tienen para los musulmanes un significado completamente diferente del que tienen para nosotros. Creo que esto ya ha sido reconocido y admitido por todos.
3. En un monasterio católico de Jerusalén había, tal vez aún esté, un empleado doméstico árabe musulmán. Era una persona gentil y honesta, muy estimada por los religiosos que, a su vez, él también estimaba. Un día, con aire triste, les dijo: "Nuestros jefes se han reunido, han decidido que todos los "infieles" deben ser asesinados, pero ustedes no tengan miedo porque los mataré yo sin hacerlos sufrir".
Todos sabemos que debe distinguirse entre la minoría fanática y violenta y la mayoría tranquila y honesta, pero ésta tiene una orden dada en nombre de Alá o del Corán, marchará siempre compacta y sin vacilaciones. Por lo demás, la historia nos enseña que las minorías decididas, siempre logran imponerse a las mayorías renunciantes y silenciosas.
Sería ingenuo subestimar, o peor aún, sonreír ante estos tres ejemplos que he dado. Yo considero que se debería reflexionar seriamente sobre la enseñanza dramática que nos dejan.
No es pesimismo el mío, no obstante la apariencia. El cristiano no puede ser pesimista porque Jesucristo ha resucitado y vive. Él es Dios, a diferencia de todos los otros profetas o de quien pretende serlo. La victoria final será de Cristo, pero los tiempos de Dios pueden ser muy largos, por lo general lo son. Él es paciente y espera la conversión de los pecadores: mientras tanto la Iglesia, sin embargo, invita a organizarse y a trabajar para la venida de su Reino.
Ahora quisiera presentar una propuesta seria al Santo Padre: organizar cuanto antes, si no un Sínodo, por lo menos un Simposio de obispos y operadores de la Pastoral entre los inmigrantes, en especial referencia a lo islámico, incluyendo también a los representantes de la iglesia reformada y a los ortodoxos. Su organización podría ser encomendada a la CCEE que tiene una larga y demostrada experiencia con la colaboración de la KEK.
El simposio debería servir para profundizar colegialmente el problema de los islámicos en los países cristianos y encontrar, de esta manera, una estrategia común para afrontarlo y resolverlo de manera cristiana y objetiva. Es indispensable estar de acuerdo en lo relativo a los principios aunque luego su aplicación varíe en función de los lugares y personas. !Nada es más perjudicial que el desacuerdo sobre los principios!.
Termino con una exhortación que me ha sugerido la experiencia: no se debe conceder jamás a los musulmanes una iglesia católica para su culto porque ante sus ojos ésta es la prueba más certera de nuestra propia apostasía.
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