“Todo empezó cuando regresaba de la escuela…
Fue un día terrible. Otro LARGO día de estudio… malos maestros, compañeros furiosos… el sol estaba en lo alto, y las únicas nubes eran el smog…
De cualquier modo, yo regresaba de la escuela. Había mucha gente formada para comprar boletos del subterráneo (aquí los boletos son unos pequeños cartones con una banda magnética en medio). En fin, yo iba caminando, y vi una mujer de avanzada edad en el principio de la fila para ir a los trenes… la fila era realmente larga, y me di cuenta que el boleto de la señora estaba deteriorado, y el contador de boletos no lo aceptaba… al traer yo unos 10 boletos (que por cierto, sólo cuestan unos 40 centavos cada uno), puse uno en la máquina y le dije a la señora que usara mi boleto. “Ay, mil gracias joven”, dijo, y paso por el contador de boletos. La fila fue avanzando rápido, pero yo no tenía prisa, así que no me importó. Pero… algo me decía que siguiera a esa linda señora. Cuando pasé por el contador, seguí sus pasos. De cualquier modo, ella iba en la misma dirección que yo. No supe por qué, pero aunque más de un minuto había pasado y yo la había perdido de vista, todavía tenía la impresión de que ella no se había subido al tren. Me subí y la vi, pero escogí otro vagón. No encontré asientos, así que permanecí de pie. Cuando llegué a la siguiente estación, decidí que estaba demasiado cansado para seguir de pie, así que busqué otro vagón con menos gente. Entonces vi a la ancianita bajarse del tren, y ella me vió. ¡Caminaba bastante rápido! Luego sacó de su bolsa unas monedas, y me dió unos 50 centavos. No lo podía creer…
“¡Qué bueno que lo encontré! Tome, tenga esto…”
“Disculpe, pero no puedo aceptarlo… lo siento”
“No, por favor… acéptelo…”
Y puso las monedas en mi mano, y la cerró cuidadosamente. No podía creerlo… ella pagó aún más de lo que el boleto costaba! Todavía no podía entender por qué me estaba dando ese dinero. Yo sólamente le dí un boleto. Un vil barato boleto de subterráneo. ¡Y ella me pagó! Todavía puedo recordar su cara… sus ojos cafés, que se veían tan felices detrás de esos viejos lentes… ella regresó al tren y se fue.
Cuando llegué a casa, estaba de un humor completamente diferente… casi lloré.. aún en shock, pero feliz. Es una de las pocas veces que recuerdo estar verdaderamente feliz.
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