23.11.10

La burbuja

Lucía uniforme de cuero y arandelas metálicas claveteadas por todas las partes

visibles de su organismo. Era una antigua alumna. A duras penas accedió a entrar
conmigo en el colegio. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
-¿No te irás a emocionar ahora?
-Es que soy tonta… Además era todo tan bonito. Cuando estábamos aquí con el
uniforme, y cantábamos a la Virgen en el patio… Vivíamos en una burbuja. La vida
real es diferente. Todas estábamos en las nubes. Es bonito vivir así. Pero esto
es irreal. Usted debería saberlo…
Y se desahogó largo rato entre húmedos y entrecortados sollozos y titubeos.
¿Por qué será que, cuando nos referimos a lo sucio o incluso a lo pecaminoso, suponemos que eso y sólo
eso es lo real; que la virtud, la pureza y la gracia de Dios no pertenecen a este mundo? Para aquella joven
el colegio era una burbuja, ¿la Iglesia?, otra burbuja… Y las pláticas, los sacramentos. Y la
alegría de aquellos años: todo falso, todo burbujas.
C. S.Lewis, en las «Cartas del diablo a su sobrino», pone en boca del demonio una serie de consejos
dedicados a un tentador inexperto; y entre ellos le insta a inculcar en el cacumen de su víctima precisamente
esta idea: que sólo son reales los aspectos más tristes y desgraciados de la existencia humana: los
muertos en la guerra, la sangre, el odio, el egoísmo, la lujuria, la fealdad, la pobreza…, ¡esa es la realidad!,
mientras que el amor, la generosidad, la santidad, la oración, la belleza, la alegria…, son alucinaciones,
sentimientos pasajeros.
Hay un diablo pragmático y realista, que cuando uno se deja llevar por la tentación de la belleza, de la
compasión o de la verdad, nos sugiere:
-No seas ingenuo; pon los pies en el suelo, aterriza, que los ojos. Las cosas no funcionan así…

la vida es otra cosa; quítate la venda de
Pero al contrario de lo que le sugiere el tentador Dios es mucho más real que toda la mugre que los
hombres hemos sido capaces de generar en el Planeta; y que, aunque hubiese mil ríos contaminados, no
por eso renunciaríamos a buscar manantiales de agua limpia. Envenenarse -en nombre del realismo- no
es la solución. A fin de cuentas aquel hijo pródigo que se escapó de casa y acabó suspirando por las algarrobas
que comían los cerdos también pensaba que aquello era lo real y que su padre -al que regresóvivía
en una burbuja.

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