El Papa Benedicto XVI se dispone a celebrar el sesenta aniversario de su ordenación sacerdotal. La ordenación tuvo lugar en la catedral de Frisinga (Alemania) el 29 de junio de 1951.
El ordenante fue el cardenal Faulhaber, una mítica y venerada figura del catolicismo alemán entre guerras. Una anécdota de aquel radiante día quedó grabada en la memoria y en el alma del joven Joseph Ratzinger, tal y como relata él mismo en el libro Mi vida. Recuerdos 1927-1977: «En el momento en que el anciano arzobispo impuso sus manos sobre las mías, un pajarillo –tal vez, una alondra– se elevó del altar mayor de la catedral y entonó un breve canto gozoso: para mí fue como si una voz de lo alto me dijese: “Va bien así, estás en el camino justo”».
Más allá del valor de esta anécdota y premonición, lo cierto es que Joseph Ratzinger ha continuado en el camino justo y la gracia de Dios le ha permitido un espléndido ministerio sacerdotal, dividido en cuatro grandes etapas: los 26 primeros años dedicados sobre todo al ministerio docente y profesoral; los cinco años como arzobispo de Múnich y Frinsinga; los magníficos 22 años en la Curia Romana como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como el quizás más estrecho colaborador del Papa Juan Pablo II; y desde el 19 de abril de 2005, un luminoso servicio como Pastor Supremo de la Iglesia.
Para celebrar estos 60 años de sacerdocio, el Papa, a través de la Congregación para el Clero, no ha pedido grandes regalos ni extraordinarias celebraciones. Ha pedido oraciones, oraciones para él, sacerdote, y para todos los sacerdotes. En concreto, ha solicitado a todas las diócesis de la Iglesia sesenta horas de adoración eucarística durante el presente mes de junio a favor de la santificación del clero y para obtener el don de nuevas y santas vocaciones.
Y ya las diócesis, en muchos casos a través de sus monasterios contemplativos y de las cada vez más numerosas capillas de adoración eucarística permanente se han puesto manos a obra, manos, en suma, a la plegaria. Y bueno será asimismo que todos los miembros de la Iglesia nos sumemos a estas iniciativas y que en nuestras parroquias y comunidades en el entorno del 29 de junio –que es además el Día del Papa– organicemos vigilias y celebraciones similares.
Si siempre es bueno y necesario rezar por el Papa, dar gracias a Dios por el ministerio petrino y por la persona de quien ocupa este servicio y expresar nuestra fidelidad y comunión con él, esta ocasión del sexagésimo aniversario de su ordenación lo es de manera añadida y especial. Porque además, mediante estas celebraciones, celebramos también la gracia inconmensurable del sacerdocio ministerial y podemos volver a tomar renovada conciencia de su grandeza y de su necesidad. Por todo, vaya ya nuestra felicitación al Santo Padre, al sacerdote Joseph Ratzinger, y nuestro reactualizado compromiso a favor del sacerdocio y de las vocaciones, siempre según el único modelo del Buen Pastor.
Fuente: revistaecclesia.com
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