12.9.11

La Prelatura de Yauyos (Perú)

Indice: Fuentes para la historia del Opus Dei
En 1957 la Santa Sede encargó al Opus Dei la Prelatura de Yauyos, en Perú: una circunscripción eclesiástica recién constituida y dependiente del dicasterio de Propaganda fide, que abarcaba un extenso territorio en la abrupta sierra de los Andes, desatendido religiosamente desde mucho tiempo atrás. Mons. Ignacio Orbegozo fue su primer Prelado, e inició la ingente tarea con la ayuda de un pequeño grupo de sacerdotes españoles pertenecientes a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que acudieron con gran generosidad a aquellas tierras, con el permiso de sus respectivos Ordinarios.
Recuerdos de Mons. Enrique Pelac sobre la primera visita pastoral a la Prelatura
Mapa de la zona de Perú donde se asienta la Prelatura de Yauyos
Enrique Pelac es actualmente obispo dimisionario de Abancay, y entonces uno de los primeros cinco sacerdotes llegados a Yauyos.
Yo acompañaba a Mons. Ignacio María Orbegozo en su primera visita pastoral. Salimos de Yauyos, y la primera etapa terminaba en Capillucas, un pueblo muy pequeño, de unos ciento cincuenta habitantes, al que se llega por la carretera ((propiamente un camino carretero sin asfaltar)) después de dos horas de bajada. Llegados a Capillucas, fuimos directamente a la iglesia. Acudieron enseguida las autoridades y, al toque de la campana, los niños de las escuelas y bastantes fieles. Aunque el pueblo es muy pobre, la iglesia está en general bien cuidada. El Prelado celebró la santa misa; y para que la siguieran mejor, yo iba explicando a aquellas gentes las diversas ceremonias, y dirigía al mismo tiempo los rezos y los cánticos. (…)
Al día siguiente celebramos la Santa Misa y bautizamos. Los mismos neófitos sostenían, con sus manos callosas por el trabajo, una palangana con el agua del bautismo.
Viaje adelante en el jeep. La nueva etapa terminaba en Catahuasi, una aldea de doscientos cincuenta habitantes (…)
En estos viajes solemos llevar con nosotros las cosas imprescindibles de uso personal -que no son muchas- y además todo, absolutamente todo lo necesario para el culto. En las iglesias no suele haber nada. Los ornamentos, cuando los tienen, son inservibles (…)
En Catahuasi nos atendieron con amabilidad y cariño. Se notan en esta población fuertes afanes de progreso. De acuerdo con un proyecto de urbanización muy bien hecho, están trasladando todo el pueblo hacia el río y junto a la carretera. Han construido ya la escuela, y un edificio que se destina a atenciones sanitarias; y han reservado para la futura iglesia un terreno que reúne buenas condiciones. Todos trabajan desinteresada y unánimemente. (…)
Cuando regresamos a Lima, otra etapa iba a comenzar enseguida: a las cuatro de la tarde salimos hacia Huangascar, Viñac y Apurí, tres distritos de la provincia de Yauyos, de difícil acceso, pues sólo se llega a ellos por caminos de herradura (…)
Por fin llegaron las mulas. Para mí, era la primera experiencia como jinete. Para el Prelado no: había montados otras veces, pero… casi diez años atrás. Emprendimos el camino: siete horas sobre la mula. Los cerros son altos y los senderos situados siempre sobre un precipicio, estrechísimos e irregulares con una especie de escalones de piedra que la mula sube o baja moviendo las dos patas delanteras a un tiempo. El que cabalga, sin más apoyo que la fuerza de sus rodillas y la tensión sobre los estribos, va contemplando el abismo. Nosotros, siempre de buen humor, íbamos camino adelante rezando el rosario. (…)
Sin más, con una mula y con un caballo viejísimo, nos lanzamos a la aventura de la penúltima etapa: Apurí-Huangascar. Tres horas de bajada casi vertical, y adivinando la dirección en muchos trechos, pues no hay indicios de camino cierto: hasta llega un momento en que hay que bajar de la caballería porque el terreno se hace intransitable.
En Huangascar volvimos a encontrarnos rodeados de cariño y delicadeza. Es un pueblo de gente muy buena y sencilla. A la caída de la tarde, la iglesia se llenó para el rezo del rosario y para oír la predicación. (…)
Fue alegre aquel día en el pueblo: ciento veinte Primeras Comuniones. Entre los comulgantes, algunos mayores de edad. Les acompañaban sus familias. Y como en todas partes, hubo también muchos bautismos (…)
De Huangascar a La Huaca, en buenas caballerías. Luego en jeep hasta Yauyos. Terminaba la primera visita pastoral al territorio de la Prelatura.
Cartas de Mons. Ignacio Orbegozo, Prelado de Yauyos, 1958
(…) Puedes imaginarte mi alegría, mi orgullo y todo lo que quieras por esos sacerdotes que son heroicos hasta decir basta, alegres, humildes y dóciles. ¡Jamás encuentran tropiezo, nada es difícil, todo se puede! Para mi son estímulo permanente y fuente de maravillosa paz. ¡Otro gran milagro de la Gracia…!
Cuando pienso que pronto seremos veinte, la misión se me hace pequeña. ¡Son ahora cinco y atienden con frecuencia increíble, dadas las distancias y penalidades de los caminos, más de 100 iglesias repartidas en 16.000 Km2! De los datos de la estadística de la Curia, (y diario de viajes y labor que también llevamos), leía ayer y gozaba con toda el alma, que en estos meses de trabajo hemos hecho unos seis mil bautizos, entre otras cosas. ¿Verdad que es para quererlos a rabiar? Son la admiración de estas gentes: no piden nada, se contentan con todo, comen lo que ellos, duermen en un rincón o en el camino, no tienen medida en nada que sea servir, atenderlos, quererlos. ¡Esta es la gracia y la garantía del éxito de sus tareas! Cuando ahora leo a San Pablo y sus andanzas evangélicas y miro a estos hermanos míos, siento envidia y unas ganas tremendas de imitarlos (…)
(…) Todos mis curicas están buenos gracias a Dios y a la Reina de los caminantes y al Santo Ángel Custodio. No es sólo por decirlo: a poco de llegar tuvieron que lanzarse a conocer, y luego atender la parte de territorio que les tocó en suerte: al principio y por unos días los acompañé yo (mientras se soltaban a montar a caballo y se hacían el ánimo a los caminos) y luego ellos a diario a sus tareas. A poco uno de ellos, galleguiño, salió disparado de la caballería y cuando despertó se encontró solo, molido todo el cuerpo y a más de cuatro horas de camino del primer poblado que tuvo que hacer a pie, pues no pudo volver a montar siquiera en su caballo… Me avisaron (estaba lejos yo) y como no hay médicos y no se sabía qué podía tener “por dentro” (la noticia era que “el padrecito se golpeó duro”) fui lo más pronto que pude: quince horas a caballo a marchas forzadas. Lo encontré tan contento y satisfecho, lo miré bien y no tenía nada importante; me lo llevé a Yauyos, lo dejé allí de “descanso y decoloración” durante un par de semanas y otra vez al monte. Ahora me dicen que monta mejor y más seguro que nunca y que “el Custodio le ha enseñado más en un porrazo que un profesor de equitación en diez años”. Y es verdad, todos hemos aprendido en la misma escuela y con el mismo maestro (…)
 http://www.todosloslibros.info

0 comentarios:

 
Free Host | lasik surgery new york