
Señor, postrado a tus pies te presento mi alma desconsolada y abatida: a ti acudo Señor lleno de emoción y de ternura para pedirte perdón de mis pecados y Tu santa protección.
Señor mío de Cachuy: abre tus ojos y mírame, por piedad: abre tu piadosísimo corazón, derrama consuelo sobre mis penas.
Ante la indiferencia humana que no mira mi dolor, mis necesidades y mis luchas, ante la despreocupación del mundo egoísta y frío, ante las malas pasiones que todo lo destruyen, me acerco a Ti, Señor: dame confianza y fe.
¿Qué haré Señor mío de Cachuy, si no acudo a ti...?
¿Qué haré Señor, si no iluminas mis pasos...?
¿Qué haré, si no confortas mi espíritu...?
¿Qué haré si no sanas mi cuerpo…?
¿Qué haré, Señor, si no atiendes mis súplicas...?
Qué haré Dios mío, que haré…?
Que el signo bendito de tu gracia encienda las virtudes en mi alma, que encuentre un refugio en tu CORAZÓN abierto, que lleno de piedad y amor te pueda decir: DIOS MIO... SEÑOR MIO.
Bendice a la Iglesia y a sus ministros, bendice a mi familia y a mis amigos, bendice mis trabajo y proyectos!
AMEN
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"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
"La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte." (Juan Pablo II

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