28.7.11

Homilia del Cardenal Juan Luis Cipriani en la Misa de “ACCION DE GRACIAS” por el 190° Aniversario de la Independencia del Perú 29 JUL

El Cardenal Cipriani saluda al Presidente García al término de la celebración litúrgica
Homilía del Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne
Jueves, 28 de julio del 2011
Santa Misa y Te Deum 190° Aniversario de la Independencia del PerúBasílica Catedral de Lima
Excelentísimo Señor Presidente de la República;
Excelentísimo Señor Presidente del Poder Judicial;
Flamante Presidente del Congreso de la República;
Señora Alcaldesa de Lima;
Distinguidas autoridades políticas, civiles y militares;
Distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático;
Excelentísimos Señores Obispos que me acompañan en esta concelebración;
Miembros del Venerable Cabildo de  la Basílica Catedral;
Hermanos todos en Cristo Jesús;
Hoy, día en que celebramos nuestras Fiestas Patrias, todos los peruanos vibramos con emoción y la Iglesia, siguiendo la misma tradición desde el día del nacimiento de la República, celebra la Eucaristía de Acción de Gracias. Este año con la particular circunstancia de asistir al cambio de Gobierno.
Nuestra Patria, Señor Presidente, es como una buena madre a la que todos los peruanos, sus hijos que peregrinamos a lo largo de su historia, cuidamos y miramos con inmenso cariño. Tantas veces, nuestros corazones, como el hijo pródigo de la parábola, entre remordimientos y cicatrices, con experiencias escarmentadas de doctrinas variadas, unas más luminosas y alegres que otras. Pero siempre miramos a nuestra Patria con amor apasionado y la reconocemos bella, fuerte, generosa. Regresamos con gozo a nuestra legítima heredad espiritual, ahondándola y cultivándola y nos sentimos en  comunión con los que nos antecedieron. Renovamos siempre el compromiso de defenderla y quererla con pasión. Sé que estos sentimientos han presidido sus cinco años de intenso servicio como Presidente Constitucional del Perú y el pueblo se lo agradece y eleva oraciones por su persona.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo1
 
Alumbrados por la misma luz que guió a nuestros antepasados, renovamos hoy, tercamente, nuestro propósito de hacer de nuestra Patria una casa para todos en donde las desigualdades, rencores y envidias dejen paso a un verdadero proceso de reconciliación nacional en un clima de plena libertad. Debemos mirar hacia adelante. Se ha avanzado mucho y ello debe suscitar en nosotros un dinamismo nuevo fundado en un realismo más solidario. ¿Estarán los ánimos y los corazones preparados y habrá el coraje necesario para dar este paso histórico de una auténtica reconciliación? ¿Aprenderemos a dialogar con la verdad y desterrar la violencia? ¿Se cerrarán las heridas que el terrorismo abrió en lo más profundo de nuestra Patria? ¿Daremos pasos decididos y realistas para cerrar más las brechas de desigualdad que existen? ¿Defenderemos la unidad de nuestra Patria sin confundir el pluralismo cultural con excesos ideológicos?
La humildad nos debe llevar como de la mano a comprender a todos, convivir con todos, disculpar a todos; no crear barreras ni divisiones; comportarnos siempre como instrumentos de unidad y de paz. “Que nos amemos como Él nos ha amado, en esto conocerán que somos sus discípulos”2
“todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es
virtud o mérito, tenlo en cuenta. Y lo que aprendistes, recibistes, oístes, vistes en mí, ponlo por obra”3 
“Nuestra Emancipación es la afirmación de lo peruano…,  Se reitera y manifiesta en la forma mestiza de vida… Los principios religiosos y morales son los mismos; los valores, la concepción de la familia, de la persona, del honor, la visión de la muerte, son semejantes; sin embargo, penetra un aliento que busca un nuevo espíritu en muchas expresiones personales y sociales”4.
Al hablar de nación resulta necesaria la relación a la Patria, que hace referencia a paternidad y también a patrimonio. “La Patria es el amor de las tumbas y de las cunas” en palabras de Don Víctor Andrés Belaúnde. Aunque algunas veces se confundan ambos conceptos, Patria y Nación, es necesario distinguirlos si queremos pensar y proceder con absoluta precisión. Alude la Patria a una herencia que se recibe, ese conjunto de valores que se transmiten de una generación a otra y que vienen a constituir una especie de capital que se comparte y recibe también en herencia. El progreso no nace ni requiere de la destrucción ni del cambio sistemático, porque es crecimiento en la continuidad. Hemos de aprender la peruanidad como decía Don Fernando Belaúnde con el lema: “El Perú como doctrina”.
“La sociedad humana… tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu;… a sentirse inclinados continuamente a compartir con los demás lo mejor de sí mismos; … Estos valores informan y, al mismo tiempo, dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la convivencia social, del progreso y del orden político, del ordenamiento jurídico y, finalmente, de cuantos elementos constituyen la expresión externa de la comunidad humana en su incesante desarrollo”5.
“La Iglesia, conviene siempre recordarlo, que de ninguna manera se confunde con la comunidad política y no está vinculada a ningún sistema político, es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana”6.
Por ello, contempla con preocupación como la organización social en el mundo actual ha privilegiado el progreso técnico y económico – lo material – y ha descuidado el necesario desarrollo cultural y espiritual que constituye el ambiente natural en donde se desenvuelve la trascendencia de la vida humana. El amor y respeto a la vida, a los padres, al matrimonio y a la familia, la protección de la niñez, la paz espiritual tan necesaria en la vida social y tantas otras dimensiones del mundo espiritual están sofocados por la ansiedad del dinero, del éxito, del placer y del poder.
Queremos recordar pues que es en el tejido cultural de la nación – en su educación moral – en donde brilla con luz propia la ley natural es decir, aquella huella divina del Creador que ilumina el pensar y el obrar de toda persona y que está grabada en lo profundo de su conciencia. Todos sabemos que debemos hacer el bien y evitar el mal. Por ello cuando la Iglesia nos invita a la conversión nos indica que debemos ir a “contracorriente de la mediocridad moral”7.
La dictadura del relativismo con “su pensamiento único” va generando en el mundo, también en nuestro Continente y, lentamente en nuestro querido Perú, no el progreso humano integral tan deseado, sino la caída en la llamada posmodernidad que ha inmerso al mundo en una profunda crisis económica y moral; en la llamada liberación social que a la sombra de la ideología calificada como igualdad de género destroza las mismas raíces de la convivencia humana.  Una crisis social y moral planetaria que tiene manifestaciones en la quiebra financiera mundial, en la violencia terrorista, en la degradación moral que invade nuestra civilización, en la destrucción de la institución del matrimonio y de la familia, en el avance del tráfico y consumo de drogas.
“en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias,
vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”8
Despertemos con coraje y rebeldía: Toda una civilización se tambalea sin recursos morales y éticos que nos permitan crecer espiritualmente para fortalecer las familias y dejar a la juventud un mundo más humano por más cristiano. Se va eclipsando el “valor divino de lo humano” y con ello la felicidad y la libertad,  dones tan preciados de la civilización cristiana, aparecen cada vez más como una utopía.
Elevamos nuestra oración al Padre Eterno para que ilumine al Presidente Ollanta Humala y a sus colaboradores; que con humildad y perseverancia sepan servir al país en los próximos años en un clima de paz y confianza que nos permitan crecer como personas y como país en un clima de plena libertad.Que El  Señor de los Milagros -Cristo del Pacífico – y su Madre bendita la Virgen María nos bendigan y protejan.
Así sea.
__________
1 Is 9,1-2 [regresar]
2 Jn 13,35[regresar]
3 Flp 4, 8-9[regresar]
4 José Agustín de la Puente; La independencia, p. 465 [regresar]
5 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 386 [regresar]
6 Gaudium et Spes, n. 76. [regresar]
7 Concilio Vaticano II  Benedicto XVI; Audiencia General; Roma – 17 de febrero del 2010[regresar]
8 Flp 4, 6- 7 [regresar]

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