29.4.11

La Cruz de los Jóvenes


Carta Pastoral del obispo de Málaga, monseñor Jesús Catalá Ibáñez, con motivo de la presencia de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud en la Diócesis de Málaga

Introducción
1. La Cruz de los Jóvenes, que el Papa Juan Pablo II les entregó al inicio de los encuentros festivos entre este dinámico y juvenil Pontífice y los jóvenes de todo el mundo, llegará el próximo 1 de mayo a nuestra Diócesis de Málaga.
Precisamente en el mismo día en que la Cruz llega a nosotros, será beatificado en Roma el siervo de Dios Juan Pablo II. Desde la oración y el agradecimiento nos unimos a este hermoso acontecimiento de poder contemplar entre los beatos al Papa que inició las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Nos preparamos, con entusiasmo y alegría, a recibir este hermoso signo de fraternidad y de amor «hasta el extremo» (Jn 13, 1), que está recorriendo últimamente las diócesis españolas.  
2. Hace veintisiete años el Papa Juan Pablo II entregó esta Cruz a los jóvenes, diciéndoles: “Queridísimos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo, muerto y resucitado, hay salvación y redención” (Roma, 22.IV.1984).
Hemos celebrado en la Semana Santa los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor con la hondura y el fervor que el pueblo malacitano sabe expresar la fe, en la liturgia y en las procesiones. La Cruz ha sido contemplada en la liturgia del Viernes Santo como “árbol de vida” y como el “altar”, donde Cristo se ofreció al Padre por nosotros, transformando este instrumento ignominioso de tortura en signo de amor total. Lu Cruz es fuente de vida y bendición; por ella, los creyentes encuentran fuerza en la debilidad, gloria en el oprobio, vida en la misma muerte. Nos hemos arrodillado ante la Cruz, para adorarla y recibir el mensaje siempre nuevo de Jesús.
Pero la cruz no ha sido la última palabra en la vida de Jesús; ha sido, más bien, la puerta que ha dado paso al gozo pascual de la resurrección. Cristo ha vencido el pecado y la muerte con la entrega de su vida en la Cruz; en ella nos incorpora a la resurrección y la vida, al gozo de su amor, que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Rm 8).
En muchos sitios de España y en distintos lugares de nuestra Diócesis se celebra en estas fechas la llamada “Cruz de Mayo”, que reúne en romería y peregrinación a muchos fieles en conmemoraciones festivas, propias del tiempo pascual, celebrando el triunfo de la Cruz. Unimos estas expresiones de piedad popular a la presencia de la Cruz de los jóvenes en nuestra Diócesis.  
3. El lema, que nos propone el Papa Benedicto XVI para la XXVI “Jornada Mundial de la Juventud”, que se celebrará en Madrid en el próximo agosto, reza así: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (Col 2, 6)”.
El texto de la carta de san Pablo a los Colosenses, de la que está tomado el lema dice: «Puesto que habéis recibido a Cristo Jesús, el Señor, caminad en Él, arraigados y edificados en él, firmes en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en agradecimiento» (Col 2,6-7).  
Arraigados en Cristo
4. Esta Jornada pretende favorecer y potenciar el encuentro personal con Cristo, que es capaz de llenar la vida del joven, de cambiar su vida y de colmar todos sus anhelos, de darle una dicha que nada ni nadie le podrá arrancar. Se trata de una clara invitación a vivir según Cristo; a echar raíces profundas en la buena tierra, abonada por el amor de Dios; a fundamentar la existencia humana en su Persona; a poner los cimientos de nuestra existencia sobre la roca firme del Señor Jesús; a entender y aceptar el significado del sufrimiento, que nuestra sociedad tanto rechaza.
Estamos inmersos en la tradición cristiana, que hemos recibido de los apóstoles y que ha llegado a nosotros a través del testimonio de tantos cristianos, que han vivido arraigados en la fe de Jesucristo y nos la han transmitido. Hemos recibido el don de la fe en el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (cf. Rm 15, 16). El Dios en quien creemos dista infinitamente de lo que algunos llaman “dioses”; porque el único Dios-Amor se ha manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 8, 39).
Se nos invita a vivir también nosotros arraigados en esa misma fe: nuestras raíces deben estar unidas al árbol de la Cruz de Cristo, si queremos alimentarnos de la savia de su amor. De otro modo corremos el peligro de absorber elementos extraños a la nueva vida de los resucitados en Cristo por el bautismo (cf. Rm 6, 4).
Hemos de permitir que circule en nuestras almas la vida nueva en Cristo, como los sarmientos dejan que fluya por ellos la savia de la vid. Al igual que el viñador poda su viña para que se fortalezca y crezca armónicamente, el Señor limpia lo que estorba en nosotros, fortaleciendo las buenas actitudes (cf. Jn 15, 1-2). 
5. Vivir arraigados en Cristo significa echar raíces junto a las corrientes de agua, que manan de su costado abierto. Jesús invitó a la samaritana a beber del agua viva: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva» (Jn 4, 10). Ella se extrañó que un judío hablase con una mujer samaritana. Pero no importa la nacionalidad, ni la raza, ni el color de la piel, ni la lengua que uno hable. Todos los seres humanos estamos invitados a beber del agua que Jesús nos ofrece: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás» (Jn 4, 13-14).
Los jóvenes sabéis muy bien que hay “aguas” que no sacian la sed; que atraen y estimulan vuestros sentidos, pero después quedáis tan vacíos, o peor que antes. Pero el agua de Jesús sacia vuestra sed de eternidad: «El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14). Vivir arraigados en Cristo significa crecer junto al manantial que nace de Cristo resucitado.  
6. Para vivir arraigados en Cristo necesitamos escuchar y hacer vida en nosotros la Palabra de Dios, que es sembrada en nuestros corazones. Con la parábola del sembrador el Señor Jesús ilustró cómo hemos de aceptar su Palabra: «Salió un sembrador a sembrar…» (cf. Mt 13, 5-8).
Unas semillas cayeron a lo largo del camino y vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde brotaron; pero, por no tener hondura de tierra, se agostaron al salir el sol. Otras cayeron entre abrojos y al crecer éstos las ahogaron.
¡Cuántas veces la Palabra escuchada llegó a nuestro corazón, pero no tuvimos el valor de acogerla y se perdió! Otras veces hemos sido inconstantes y no hemos echado raíces; en ocasiones no hemos querido entender lo que se nos decía de manera clara; la preocupación desmedida por las cosas de la vida nos ha llevado a olvidar lo esencial; el afán de riquezas nos ha deslumbrado y no hemos podido resistir; las preocupaciones materiales han sofocado en nosotros los buenos deseos.
El Señor, esperando buenos frutos de nosotros, nos recuerda en su parábola que otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto, unas ciento, otras sesenta, otras treinta. El Señor espera de vosotros, queridos jóvenes, que seáis esa tierra buena, en la que la Palabra fructifica, llenando de gozo y de vida. ¡Ojalá seamos nosotros los que acogemos bien la Palabra y la hacemos fructificar!
Hemos de trabajar para que la Palabra de Dios arraigue en nuestro corazón y dé los frutos deseados. Vivir arraigados en Cristo implica alimentarnos de la Palabra de Dios, pan de vida eterna. En la Eucaristía el Señor nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo; su celebración debe ser el centro de nuestra vida.  
Edificados en Cristo, piedra angular
7. Cristo es la piedra angular de la humanidad y de la Iglesia: «Edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios en el Espíritu» (Ef 2, 20-22).
Necesitamos ser edificados en Cristo, roca espiritual (cf. 1 Co 10, 4), donde se asientan los fundamentos de la vida cristiana y donde hemos de cimentar nuestra casa, si queremos que se mantenga firme, a pesar de las inclemencias (cf. Lc 6, 48). La casa edificada sobre roca se mantiene firme, mientras que la edificada sobre arena se desmorona (cf. Mt 7, 24-27). Ante las duras tormentas de sufrimiento, de incomprensión, de rechazo, de ataque y hasta de odio, que el cristiano tiene que afrontar en su vida, sólo cabe estar bien edificado sobre la roca, que es Cristo. De lo contrario, la débil fe del cristiano se derrumba por carecer de cimiento firme y resulta grande la ruina de esta casa derribada.
San Pablo nos exhorta hoy, como hizo a los cristianos de Colosas, a construir la propia vida en Cristo, que es el único fundamento: «Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo» (1 Co 3,10-11).  
La cruz de los jóvenes es la Cruz de Cristo
8. En torno a la presencia de la cruz en los lugares públicos en diversos países de la vieja Europa, que se resiste a reconocer sus raíces cristianas, ha surgido una polémica. Algunos piden que se quite, porque les molesta contemplar un signo religioso en el que no creen; otros, explicando que se trata de un signo de amor, universalmente aceptado, defienden su permanencia en los lugares públicos.
Ciertamente la Cruz de Cristo es signo del amor infinito que Dios nos tiene: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16). Dios Padre nos regaló a su Hijo, que nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), entregando su vida en la cruz por nosotros: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 13). Cristo ha ofrecido su vida por todos nosotros y nos ha hecho amigos suyos; de este modo nos ha enseñado cómo hemos de amar a los demás.
La cruz que los jóvenes llevan en las Jornadas Mundiales de la Juventud es la Cruz de Cristo. Ellos quieren expresar que están dispuestos a amar al estilo de Jesús; que desean ofrecer su vida por los demás; que quieren extender por todo el mundo el mensaje de amor de la Cruz de Cristo. 
9. La Cruz de Cristo nos invita a su seguimiento. Acordaos, queridos jóvenes, de las palabras del Maestro: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8, 34). Ser sus discípulos significa compartir con el Maestro su estilo de vida; es una invitación a seguir sus pasos.
Ciertamente el seguimiento de Jesús implica renunciar a cosas que el mundo valora, a experimentar a veces la incomprensión  y la marginación. Pero quien sigue al Señor es como el que ha encontrado un tesoro: lleno de alegría vende todo lo que tiene, con tal de poseer el tesoro (cf. Mt 13, 44). El tesoro es Jesús, el Señor, y todo lo que significa gozar la vida humana con él; la vida de fe y de amor es un don inmenso. En comparación con esto la renuncia que se nos pide es insignificante. La dicha de saber que Dios nos ama y la posibilidad de conocerle y amarle, ya en esta vida, es una riqueza incomparable con cualquier renuncia; y, además, se añade el don de seguir gozando de su compañía en la vida eterna.
El joven no puede tener miedo a las exigencias que Cristo le propone, aunque el camino le parezca difícil y la tarea dura. Sus palabras son muy claras: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11, 30). ¡No tengáis miedo a cargar con el suave yugo, que os ofrece el Señor! Él siempre nos sostiene con su fuerza y nos conforta en toda tribulación, para saber también consolar a los que viven afligidos (cf. 2 Co 1, 4), y nos conduce, ya en esta vida, a la dicha más plena. 
10. La Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud llega pronto a nuestra querida Diócesis de Málaga. La acogemos con fe, con amor y con esperanza; la recibimos también con afecto y agradecimiento.
Esta Cruz ha recorrido muchas ciudades del mundo entero. Se ha hecho presente en varias diócesis españolas, como preparación de la Jornada de la Juventud de este año.
Ella sabe mucho de sufrimiento, de silencio, de oración, de situaciones difíciles, de enfermedades, de conversiones, porque ha entrado en barrios pobres y en ambientes prósperos, en parroquias y en monasterios, en cárceles y en hospitales. Ha sido acogida y besada por personas de toda edad y condición. Ha recibido las preocupaciones y las angustias de todo tipo de personas, que han encontrado en ella consuelo y fortaleza, para seguir adelante y aceptar, de modo esperanzado, las dificultades de la vida.  
11. Nuestra Diócesis celebrará en torno a la Cruz, en diversos lugares, actos de oración contemplativa, de alabanza, de agradecimiento y de fiesta gozosa. ¡Participad en estas celebraciones! ¡Acoged la Cruz con devoción en vuestros corazones y vivid transformados por la Resurrección del Señor!
La Cruz será el punto de atención de todas las miradas, como dice el evangelista Juan: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19, 37); y «cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). La Cruz será signo de unidad para todo ser humano y para todos los que formamos esta iglesia particular malacitana; así nos lo exhorta san Pablo: «Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded unidos a él» (Col 2, 6).
La luz gloriosa, que destella la Cruz de Cristo, debe iluminar a todos los hombres. Jesús es el Sol, que nace en Oriente y cuya luz irradia al mundo entero; los rayos de este Sol alcanzan a todos, aunque algunos no quieran verle. Aliento a los jóvenes a dejarse iluminar por esta resplandeciente Luz, simbolizada en el Cirio pascual, y a compartirla con todos vuestros amigos y conocidos, aunque no sean creyentes. ¡Invitadles a participar en los actos programados!
¡Acojamos todos con cariño la Cruz de los jóvenes, para que su presencia traiga frutos de conversión, de amor y de evangelización! El Señor nos envía a proclamar el Evangelio (cf. Mt 28, 19-20), con el testimonio de nuestra vida y sin avergonzarnos, al estilo de san Pablo (cf. Rm 1, 16). A pesar de nuestras limitaciones y debilidades hemos de anunciar la Buena Nueva a tiempo y a destiempo (cf. 2 Tm 4, 2).  
El Icono de la Virgen María
12. La Cruz de las Jornadas va siempre acompañada por el Icono de la Virgen María, que también fue entregado por el Papa Juan Pablo II a los jóvenes.
María, como hemos meditado en estos días de Semana Santa, estuvo al pie de la Cruz de Jesús, acompañada del joven discípulo Juan, al que Jesús tanto quería (cf. Jn 19, 25-26) y que nos representa a todos los hombres. Jesús regaló al discípulo amado a su Madre (cf. Jn 19, 27).
Ella nos acompaña en la peregrinación de nuestra vida, como modelo de fe, de esperanza y de amor; ella nos enseña a aceptar la voluntad de Dios y a decirle nuestro “sí”. Ella compartió con los discípulos el gozo del encuentro con el Resucitado y acogió al Espíritu Santo, que los hizo testigos y pregoneros del Evangelio. Al igual que los discípulos permanecían juntos, perseverantes en la oración con María, la Madre de Jesús (cf. Hch 1, 14), perseveremos nosotros con ella acogiendo la Cruz de los jóvenes, orando con un mismo espíritu y dejando que el Espíritu Santo nos haga mejores testigos del Evangelio 
13. ¡Que el Señor nos permita vivir «arraigados y edificados en él, afianzados en la fe que os enseñaron, y rebosando agradecimiento» (Col 2, 7), tal como reza el lema de la próxima Jornada de la Juventud.
Os animo, queridos jóvenes, a participar en los actos, que tendrán lugar en los distintos lugares de nuestra Diócesis durante la semana del 2 al 8 de mayo de presente año, en torno a la Cruz y al Icono de la Virgen María, que lo acompaña. Como broche de esos días tendrá lugar el Encuentro Diocesano de la Juventud.
Esta semana será como una preparación espiritual al encuentro con el Papa Benedicto en Madrid. Acojámosla con devoción en nuestros templos y en nuestros corazones y vivamos transformados por la Resurrección del Señor.
Os bendigo con todo afecto.
Málaga, a veinticuatro de abril de dos mil once, Domingo de Pascua de Resurrección.
+ Jesús Catalá
Obispo de Málaga

0 comentarios:

 
Free Host | lasik surgery new york