7.2.13

La Gran Mentira del Marxismo - Socialismo


Normalmente uno no espera que el Papa produzca una rigurosa reconstrucción de la historia del Socialismo de fines del siglo XIX, pero Benedicto XVI nos ha entregado un recordatorio muy necesario de lo que el Socialismo fue, es, y por qué se desbarrancó. Uno no puede menos que maravillarse ante este poderoso intelecto que ha logrado discernir esto que no han podido entender a la vasta mayoría de los académicos en el último siglo.
Lo que es más, lo ha logrado en un momento en que el Socialismo como ideología permanece incólume ante el colapso del experimento comunista. Si uno visita las facultades de filosofía y ciertos departamentos dedicados a otras ciencias en colegios y universidades, uno todavía encuentra intelectuales que verborrágicamente exaltan las glorias de la teoría socialista. Hasta hoy se impulsa a los estudiantes a pensar que el Socialismo todavía puede funcionar.
¿Y qué me dicen de la Unión Soviética? Bueno--me dicen--eso no era realmente Socialismo. ¿Y que me dicen del Nacional-socialismo alemán? Oh,eso tampoco era Socialismo. ¿Y qué me cuentan de la creciente pobreza de los otrora ricos países que ahora gobiernan regímenes socialistas? ¿O en esos que un día fueron países ricos y que ahora tienen regímenes social-democrátas? ¿O del fracaso del microsocialismo en los Estados Unidos, donde comunidades enteras han vivido de los subsidios gubernamentales y están plagados de espantosos niveles de patologías sociales? Me responden que eso tampoco es Socialismo.
Hoy, enormes sectores académicos están en un estado de negación. Y con ellos se puede contar a la mayoría de los clérigos de Europa y América, quienes siguen bajo la impresión de que el Socialismo representa una variante del Evangelio a la que se le debe dar una oportunidad. Sospecho que la historia del siglo XX se les pasó sin que la notaran, porque no han aprendido nada de la pobreza, el despotismo y el enorme sufrimiento que la ideología socialista ha traído.
Sin embargo, no pasó inadvertida para Benedicto. El quiere hablarnos de eso. Porque calza perfecto con su mensaje de esperanza. ¿Hemos de poner nuestra esperanza en Dios o en alguna forma de transformación material?
Estos pasajes fundamentales aparecen en la encíclica Spe Salvi (“la esperanza que salva”). El Papa se concentra en esta virtud cristiana fundamental y explica lo que la esperanza es y lo que no es.
La Historia está sembrada de intelectuales que se imaginaron que podían salvar al mundo—y que terminaron creando infiernos en la tierra—El Papa cuenta a los socialistas entre ellos y en particular se concentra en Karl Marx. Ahí tenemos a un intelectual que se imaginó una salvación sin Dios y que supuso que se podía crear algo así como el Reino de Dios en la tierra por medio de ajustar algunas variables sociales.
Según la visión marxista de la Historia, ésta no es más que el continuo ir y venir de esas fuerzas puramente materiales. Para Marx no hay tal cosa como la condición humana permanente. Para Marx, tampoco hay un Dios que sea el Autor de la Historia. No hay temas permanentes que surjan de los eternos temas morales. Más bien vamos rebotando de aquí para allá movidos rudamente por fuerzas históricas impersonales. Pero es posible manipular tales fuerzas y ponerlas bajo control para ventaja nuestra provisto que sigamos el procedimiento correcto.
¿Y cuáles son esos procedimientos? Las clases trabajadoras que han sido despojadas deben recuperar lo que les corresponde en justicia y que las clases capitalistas les han robado. Llamémoslo robo masivo, si les parece–el asunto es ganar el poder de las fuerzas de producción en la sociedad. Ahi es donde va la historia de todos modos, dice Marx, solo hay que darle un empujón en la dirección correcta para que logremos alcanzar entonces las bendiciones del Socialismo . ¿Cómo funcionará? Bueno, Marx nunca le puso mucha mente a éso ¿Para qué? Las enormes fuerzas ciegas de la Historia se encargarían de hacer andar el sistema. La tarea de Marx era solamente describir los eventos revolucionarios que llevarían a las puertas del paraíso socialista y el resto vendría solo. Esto no es un asunto científico sujeto a la razón burguesa. A nosotros sólo nos toca aceptar con fe que en algún momento, en algún lugar el socialismo comenzará a funcionar en forma brillante.
¿Suena extraño? No, realmente. Podemos mirar al mundo antiguo y ver que muchos de los más grandes intelectuales imaginaron que llegaría un momento en que los problemas--de la economía, la escasez, la propiedad, la administración, la economía--se desvanecerían y una preciosa utopía aparecería por encanto. Se podría describir eso como una especie de anhelo inconsciente del Jardín del Edén, pero deja de lado un hecho fundamental: la naturaleza humana es la misma hoy , ahora y siempre. Siempre existirá la necesidad de avanzar hacia un nuevo estado natural. Del problema económico ni se habla. Basta con afirmar que el nuevo mundo surgirá por arte de magia sin que se planteen cuestiones fundamentales, como la forma en que se ha de alimentar, vestir y dar una casa decente a la gente.
Benedicto resume el problema claramente:
Pero con su victoria se puso de manifiesto también el error fundamental de Marx. Él indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación. Pero no nos dijo cómo se debería proceder después. Suponía simplemente que, con la expropiación de la clase dominante, con la caída del poder político y con la socialización de los medios de producción, se establecería la Nueva Jerusalén. En efecto, entonces se anularían todas las contradicciones, por fin el hombre y el mundo habrían visto claramente en sí mismos. Entonces todo podría proceder por sí mismo por el recto camino, porque todo pertenecería a todos y todos querrían lo mejor unos para otros.
El socialismo no incluía ningún plan para el mundo post-revolucionario. Una vez que los economistas descubrieron este defecto central, se concentraron en eso y señalaron que el socialismo no tenía un sistema preparado para resolver el problema económico básico de la asignación de recursos escasos entre necesidades ilimitadas, y ciertamente ningún sistema para la creación de la nueva riqueza que se necesita para sostener una población en constante aumento.
No obstante eso, la revolución ocurrió:
Así, tras el éxito de la revolución, Lenin pudo percatarse de que en los escritos del maestro no había ninguna indicación sobre cómo proceder. Había hablado ciertamente de la fase intermedia de la dictadura del proletariado como de una necesidad que, sin embargo, en un segundo momento se habría demostrado caduca por sí misma. Esta « fase intermedia » la conocemos muy bien y también sabemos cuál ha sido su desarrollo posterior: en lugar de alumbrar un mundo sano, ha dejado tras de sí una destrucción desoladora. El error de Marx no consiste sólo en no haber ideado los ordenamientos necesarios para el nuevo mundo; en éste, en efecto, ya no habría necesidad de ellos.
¿Por qué Marx obvió explicar cómo funcionaría el Socialismo una vez implantado?
Que no diga nada de eso es una consecuencia lógica de su planteamiento. Su error es más de fondo. Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Ha olvidado que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.
Y así, el Papa ha expuesto a los problemas de la economía con precisión y a la luz adecuada: las cuestiones prácticas deben ser resueltas en el marco de una sana moral y una buena comprensión de la naturaleza humana. El Socialismo fracasa por una razón precisa y práctica: no tiene un sistema de fijación de precios para los factores de producción que haga posible el cálculo económico. Los precios son el resultado natural del intercambio de propiedad privada, pero el socialismo se ha librado de la propiedad privada y con ello del punto de referencia fundamental que enlaza lo material con lo humano.
Sin embargo, el problema del socialismo es moral y más profundo. Exalta el robo como una virtud ética y pasa por alto el derecho humano a la libertad.
Ojalá que todos los católicos interesados en la economía leyeran Spe Salvi. Algunos están comenzando a entender el mensaje: La Iglesia Católica en Venezuela se opone a la nacionalización y la regimentación de la vida económica. Algún día, el mundo llegará a aprender las lecciones que la historia del Socialismo nos ha enseñado. Mientras tanto, Benedicto XVI está demostrando ser un concienzudo maestro.
Publicado originalmente en Crisis

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