25.8.11

"El diablo predicador" sobre la usurpación caviar


LIMA - correo.-
Martín Santivañez:
Como en la comedia de Belmonte, los usurpadores que se niegan a cumplir lo que mandan los tribunales han iniciado una ofensiva personal contra el cardenal Cipriani a fin de disimular el desastre al que han conducido a la PUCP gracias a su soberbia prepotente. Así, disfrazando la derrota con eufemismos mal redactados, la argolla ideológica que se apoderó de la Católica hace unas décadas, traicionando el espíritu de sus fundadores, hoy rehúsa dialogar, mostrándose en todo su esplendor.

Fueron a los tribunales y el derecho les negó la razón. Acudieron al Papa y el Vaticano los puso en su sitio. Ahora, tras lanzar todo su repertorio de inmundicias contra la Iglesia, esta camarilla parasitaria apela a un último recurso: la presión política, el arte de Damián. Para eso, se metamorfosean en querubines que repiten a la opinión pública la letanía de su inocencia:
"Nosotros no iniciamos nada", "Fue el Cardenal el que nos atacó". O el más gracioso de los argumentos: "Quieren acabar con el libre pensamiento". El diablo predicando virtudes que no practica. Abiertas las cloacas de su hipocresía, vencidos con leyes y testamentos, apelan a una supuesta guerra por la libertad del conocimiento. Torpes y mentirosos. Todos los que pertenecemos al mundo de la academia podemos dar fe de la excelencia educativa de las universidades católicas que actúan de acuerdo al magisterio pontificio. Muchas de ellas superiores a la espesa mediocridad de unos intelectuales pichiruchis carcomidos por ideologías utópicas. Aquí, en el Perú, los que se dan tonos de lumbreras continentales apenas llegan a tecnocumbia de la peor clase.
Por eso, la catalepsia prolongada de la PUCP terminará cuando recupere su espíritu fundacional y sea exorcizada del demonio sectario que ahora pontifica desde Pando con ropas de querubín. El pensamiento único, esa Mátrix progresista que nos venden sus lacayos soporíferos, es un sucedáneo de la auténtica libertad. Sin átomo de duda jurídica, la Iglesia tiene razón. Y está completamente unida en torno a este tema. Dintilhac, Riva-Agüero y Víctor Andrés Belaunde, tres columnas de la Católica, jamás hubiesen permitido el triste espectáculo de una universidad que se subleva al Papa. Es inimaginable sostener que se puede ser católico en contra de la Iglesia. Detrás de una afirmación de ese calado hay ignorancia o mala fe. Y los cristianos sabemos quién es el príncipe rebelde por antonomasia. Benedicto XVI acaba de recordarnos en Madrid, hace una semana, durante la Jornada Mundial de la Juventud, que "no se puede seguir a Jesús fuera de la Iglesia". Para estar dentro de la Iglesia hay que vivir en comunión con Roma. Sostener lo contrario desprende un tufillo a azufre. Mucho más si los rebeldes se niegan a dialogar.
Hay que cumplir el testamento de Riva-Agüero y las disposiciones de la Santa Sede. Fracasar en el terreno jurídico y escupir sobre la historia católica de la PUCP genera consecuencias. Aferrarse a los cargos y privilegios nada tiene que ver con el espíritu de los fundadores. Que nadie se engañe. No es la Iglesia Católica la que pierde con esta rebeldía digna de Gadafi. Es la propia universidad. Los alumnos y los egresados son los auténticos perjudicados. Roma locuta, causa finita. Causa veduta, Catolica perduta. Fuera los soberbios mentirosos. Es hora de dialogar.

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