Una vez, una maestra pidió a sus alumnos de primer grado que hiciesen un dibujo de alguna cosa con la cual estuviesen agradecidos.
Ella pensó que seguramente todos ellos eran hijos de familias pobres no tendrían mucho que agradecer, así que dibujarían platos de comida, o alguna cosa por el estilo.
Sin embargo, la profesora quedó sorprendida con el dibujo que hizo uno de sus alumnos… Era una mano, dibujada de forma sencilla e infantil.
Pero, ¿de quién era la mano? Toda la clase quedó encantada con aquel dibujo.
“Creo que debe ser la mano de Dios”, dijo un niño
“No, yo creo que que es la mano de un granjero que está dando de comer de comer a las gallinas”, dijo otro.
Cuando finalmente todos volvieron a su trabajo, la profesora se aproximo de su alumno y le preguntó de quien era la mano.
“Es su mano, profesora” -murmuró él.
Entonces la profesora se acordó que, en varias ocasiones, en el recreo, ella le había cogido de la mano a él, que era un niño raquítico e desamparado.
Ella hacía esto frecuentemente con los niños. Pero aquello significaba mucho para este alumno.
Tal vez esa debería ser la acción de gracias de todos, no por las cosas materiales que nos dan, sino por la oportunidad de todas las cosas pequeñas con las que nos podemos dar a los otros.
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"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
"La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte." (Juan Pablo II

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